Viajar al espacio, un negocio rentable
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Muchos de los comentarios de celebración por el aniversario del vuelo espacial que llevó al ser humano a la Luna se enfocaban en la escala del logro. Pero ahora que las botellas de champaña están vacías, vale la pena considerar las lecciones económicas que se encuentran en el espacio exterior.
Una es el rol central de los gobiernos en la provisión de bienes públicos. Estos tipos de bienes son inusuales en dos sentidos: nadie puede ser excluido de consumirlos, y el uso por parte de una persona no disminuye el uso de otra. Si se les deja en manos del mercado privado, no se produciría la cantidad suficiente del bien público que funcione mejor para la sociedad.
El programa de alunizaje Apollo era un bien público. Todos los estadounidenses consumieron la misma cantidad de orgullo nacional y logro humano hace 50 años, cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin caminaron sobre la Luna. Uno de los objetivos del programa era vencer a la Unión Soviética en la exploración espacial. Esto requería acción centralizada del gobierno, y EE.UU. gastó una sorprendente cantidad de US$7 por cada US$1,000 de los ingresos nacionales en el presupuesto de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) a mediados de la década de 1960.
El economista Metthew Weinzierl dice que después de haber derrotado a la U.R.S.S. en el espacio, la NASA decayó en ausencia de un objetivo claro. El programa de transbordadores espaciales tuvo resultados mixtos, y después de funcionar por tres décadas fue finalizado en 2011, por lo que EE.UU. quedó incapacitado para volver a poner un humano en el espacio.
Durante este periodo, el gobierno de EE.UU. cambió su relación con la exploración espacial. Una comisión presidencial llegó a esta conclusión en 2004: el rol de la NASA debe limitarse solo a aquellas áreas donde haya pruebas irrefutables de que solo el gobierno puede realizar la actividad propuesta”.
Durante la mayor parte de la última década, la comercialización del espacio ha avanzado a pasos agigantados. Weinzierl enumera varias docenas de compañías activas. Algunas son compañías de “acceso espacial”, enfocadas en lanzar personas y cargas al espacio.
Algunas son compañías de “datos y análisis de satélites”. Las compañías de “hábitats y estaciones espaciales” planean facilitar la fabricación, la investigación y el turismo en la órbita baja de la Tierra, a altitudes de entre 150 y 2,000 kilómetros. Otras compañías quieren extraer minerales de los asteroides y colonizar la luna y Marte.
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