Los verdaderos líderes del siglo XXI
Sabemos lo que suele ocurrir cuando se agita el status quo de la moderación aplicada a diferentes ámbitos de las sociedades: ordenamientos de los estados, modificaciones de políticas laborales, sociales, educativas. Pero, cuando además se condimentan con ocurrencias mágicas como referéndums de autodeterminación o iluminaciones como la posibilidad de un Brexit se tambalea el pilar más anquilosado del ágora de la sustentabilidad misma de un estado: su economía.
Llevamos prácticamente una década sufriendo fenómenos globales como el populismo, fusionado con el caudillismo inherente de nuestras sociedades. Vientos de revolución y contrarrevolución como si muchos quisieran pervivir los siglos XIX y XX en formato reducido, a modo de experiencia histórica. Batallas y competiciones sobre a ver qué frente político es más permisivo por la izquierda o más intolerante por la derecha y, aquellos que se venían considerando moderados, han sido desplazados por hordas radicales por babor o estribor y con ventisca por proa.
Y es que, el exceso de valor es cobardía y lo contrario es temeridad, ya lo decía Aristóteles.
La moderación es fruto de un comportamiento ético previo que es capaz de ponderar diferentes circunstancias, por estresantes que estas sean. Así como en el ejercicio de nuestras vidas, en los negocios no ocurre de manera distinta. Los directivos, los empresarios, requieren de un caldo de cultivo propicio, que si bien no ha sido facilitado precisamente por sus gobernantes (en su gran mayoría), son lo suficientemente prolijos en tejer ecosistemas de desarrollo basados en el equilibrio, en la sostenibilidad, en la tranquilidad. Espacios, que si bien reducidos, representan micromundos de confianza, ejemplaridad y templanza. Y, por ende, desarrollo.
Puede que los auténticos líderes de hoy no se encuentren en palacios presidenciales ni en moquetas mullidas de color rojo o azul, sino en oficinas corporativas, rodeados de carpetas repletas de oportunidades, problemas, soluciones y necesidades reales de las personas. Posiblemente sean los héroes auténticos de nuestro tiempo. Aquellos que, pese a sus dificultades pagan las nóminas de sus colaboradores, dedican cada día más tiempo a la sostenibilidad de sus negocios y de su entorno, al desarrollo de la formación y de la mejora del talento, a generar empleabilidad y riqueza en sus comunidades, a conseguir lo que se proponen por derecho propio, porque nadie les ha regalado nada. Consideran el mérito una recompensa al final de un camino labrado con esfuerzo. Diario.
Contrasta, al ver las noticias. Al escuchar ocurrencias de unos. De otros. Al ver que no hay mérito para convertirse en un Ministro o Ministra, sino un dedo índice que señala su propio destino y, posiblemente arrastre al de aquellos a los que gobernará. Es un mal de nuestro tiempo, especialmente ahora en España y en otros países de América Latina. Incluso, ya no inspiran a tantos como antes.
Sin embargo, nos quedan los referentes de siempre, los que nunca fallan, los ejemplos pasados y presentes que crean de la nada universos de convivencia basados en la ética que conservan la caja de Pandora del verdadero desarrollo humano: la reputación. Son los nuevos templarios que velan por los más altos estándares de la gestión empresarial (y humana) del siglo XXI: Moderación, ética empresarial, contribución, sostenibilidad y apuesta por el talento y nuestro entorno. Si los políticos ayudan, mejor. Ellos no esperan.
Por : Eduardo Hernández-Aznar Ripoll | Director General Crib Consulting | ehernandez@cribconsulting.com