La moda de la máquina de coser resurge de la mano del coronavirus
Olivier Bruynincx trabaja «los siete días de la semana». ¿Su empleo? Vendedor de pequeñas máquinas de coser que, con la confección de mascarillas para luchar contra la pandemia, vive un «histórico» regreso en Bélgica.
Al frente desde 2014 de una pequeña empresa familiar en la comuna bruselense de Ixelles, este comerciante especializado se ha visto abrumado por la demanda de particulares, pese a las restricciones del confinamiento.
Hasta el punto de trabajar «los siete días de la semana, casi día y noche para reparar las máquinas de coser», asegura Bruynincx, cuya experiencia convirtió su empresa en una de las más reputadas de la capital belga.
A mediados de marzo, cuando los comercios bajaron la persiana por el confinamiento decretado en Bélgica, «en un primer momento teníamos pánico, porque no sabíamos lo que iba a pasar», reconoce el hombre de 41 años.
Pero «seguimos contestando al teléfono y muy rápido tuvimos mucha demanda para las reparaciones (…), porque mucha gente desempolvó su vieja máquina para empezar a coser mascarillas», agrega a la AFP.
«No exagero. He tenido unas 40 o 50 llamadas al día para pedirme elásticos. Era un artículo que no vendíamos nunca en general, quizás 10 metros al año. Ahora, habré vendido kilómetros y kilómetros…».
El lunes, Olivier Bruynincx respiró «aliviado». Como todas las tiendas de tela y mercerías en Bélgica, su comercio pudo abrir desde el primer día del desconfinamiento, al operar en un sector considerado prioritario.
El uso de una protección que cubra nariz y boca es obligatorio en el transporte público para los mayores de 12 años, además de ser recomendable para cualquier desplazamiento en la calle en Bélgica. Trabajo tendrá mucho aún.
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