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Horizonte 2020: El ‘run run’ de la relocalización, débil rastro del fenómeno

La relocalización pasó de largo en España en la década en la que el mapa global de aprovisionamiento se redefinió. Sin embargo, por primera vez en décadas, la industria frenó su caída. La crisis global de 2008 supuso otra estocada más para las empresas del textil, la confección, la piel y el calzado en España, pero también provocó un movimiento de placas tectónicas en el escenario del aprovisionamiento global. China redefinió su proyecto económico para dejar de ser la fábrica del mundo y expulsó parte de su producción. El grueso de esta salida derivó hacia otros hubs low cost de Asia, pero hubo una parte que se resituó en proximidad al mercado europeo, dando de nuevo alas al textil español.

La industria española del textil ha dejado de quejarse en estos últimos diez años. El sector ha dejado atrás décadas de cierres, reestructuraciones de plantillas de cientos de trabajadores y procesos concursales. Atrás quedaron los ajustes de las décadas de los ochenta y los noventa, cuando la industria se equilibró a los nuevos parámetros del mercado único europeo, y atrás quedó también el impacto de la globalización en el cambio de siglo. La crisis financiera de 2008 dio la última sacudida al textil español atacando a estructuras financieras muy debilitadas por tantos años de ajustes. Por primera vez en décadas el viento sopló a favor de la industria textil en Europa. Tras el impacto de la crisis, empezó a hablarse por primera vez de relocalización.

El run run de la producción en proximidad fue la mejor noticia para el sector después de treinta años de adelgazamiento. Sin embargo, esta oleada que retornó ciertas fases productivas a países europeos con tradición textil o cercanos a él terminó pasando de puntillas por el mercado español. Ni las empresas locales tuvieron suficiente pulmón financiero para acelerar la inversión, ni el sector estaba preparado para reactivarse después de haber perdido fases de la cadena de valor, ni las plantillas tenían relevo generacional para absorber con garantías este repunte.

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Sin embargo, pese a las dificultades, la industria tomó esta ola, al menos para dar oxígeno a las compañías que continúan apostando por este sector y darles alas para retomar la inversión. Más que de relocalización, los actores de las industrias españolas del textil, la confección y la piel y el calzado prefirieron hablar de fin de la caída del sector o de estabilización del mercado.

Menos grandes empresas en una década

Hasta 2014, las industrias del textil, de la confección y del calzado continuaron perdiendo empresas. Entre 2009 y 2014, el textil echó el cierre aún a 1.629 sociedades, hasta alcanzar un total de 6.039 compañías. A partir de 2015, la tendencia cambió e inició una débil escalada. En los últimos cuatro años, el sector creó un total de 479 nuevas empresas. En 2018, la cifra total de sociedades en el textil en España se situó en 6.518, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

La confección trazó una evolución muy similar. Durante los años más duros de la crisis económica, el sector continuó adelgazando. Entre 2009 y 2014, cerraron un total de 3.524 compañías dedicadas a la industria del montaje de prendas. En esta época, este sector pasó de tener 12.171 compañías en 2009 a sumar 8.667 seis años después. E, igual que en el textil, 2015 supuso un punto de inflexión. La tendencia revertió y empezaron a activarse nuevas sociedades. Sin embargo, el ritmo de creación de nuevas empresas estuvo lejos del ritmo de destrucción: en los últimos cuatro años sólo se pusieron en marcha 378 compañías, que situaron en listón por encima de las 9.000 sociedades en 2018.

 

En el caso del calzado, la destrucción del tejido empresarial también frenó en 2015, aunque, a diferencia del textil y la confección, tuvo un desarrollo irregular en los últimos cuatro años. Así, en los seis primeros años de esta última década, el sector echó el cierre a 678 empresas, hasta sumar 4.616 en 2014. En 2015, la industria del cuero y del calzado volvió a reactivar la creación de sociedades, con un alza del 3%, pero en 2016 y 2017, la tendencia volvió a revertirse, con caídas del 0,3% y del 0,1%, respectivamente. En 2018, el sector volvió a dar un estirón, con un 0,7% más de empresas. Pese a los altibajos, el resultado de estos cuatro últimos fue positivo, arrojando 110 nuevas sociedades, hasta alcanzar la cifra de 4.726.

A lo largo de esta última década el tejido empresarial de cada una de las industrias que componen el sector ha continuado estructurándose en torno a una masa de compañías de tamaño pequeño y mediano. El grueso de las empresas del textil, la confección y el calzado tienen menos de cincuenta trabajadores. En el caso del textil, estas representaban el 63% del total en 2009 y el 56% en 2018; en la confección, pasaron de ser el 55% al 50% diez años después, y en la piel y el calzado, apenas hubo variación, manteniéndose en dos terceras partes del total.

También fue este tamaño de empresa el que más sufrió el impacto de la crisis, registrando el mayor número de cierres. Sólo en el textil, las empresas de menos de cincuenta trabajadores perdieron 1.171 sociedades; en la confección, echaron el cierre hasta 2.210, y en el caso de la piel y el calzado fueron un total de 487. En segundo lugar, son las sociedades sin asalariados las más numerosas en los tres subsectores. Su peso sobre el total, además, se ha incrementado en estos últimos diez años.

En cuanto a las empresas de más de cien trabajadores, sólo el calzado ha engrosado su cuerpo añadiendo doce más respecto a 2009. En 2018, el sector sumaba 34 sociedades grandes. El textil y la confección, en cambio, perdieron masa empresarial entre grupos de este tamaño, restando 7 y 32, respectivamente. El textil es el que más empresas suma de gran tamaño, con un total de 46, mientras que la confección tiene 24.

En el empleo, el punto de inflexión se produjo también en 2014. Este fue el año en que la tendencia, de destrucción de puestos de trabajo cesó, y viró por completo el rumbo arrojando cuatro años consecutivos de ascensos. Así, a partir de febrero de 2014 (y después de un enero en plano) durante los siguientes 47 meses el empleo en la industria de la moda creció.

A lo largo de 2014, el ritmo subidas fue en ascenso. El año arrancó con avances moderados, de en torno al 1% y al 2%, para ir subiendo el ritmo de manera paulatina, hasta cerrar el año con una escalada del 3,7%. A lo largo de 2015 y 2016 se mantuvo un pulso aún por encima del 3%, pero a mitad de 2017 y en el conjunto de 2018, la creación de empleo empezó a bajar una marcha tras otra. Aun así, hasta la recta final de 2018, el ritmo se mantuvo entre un 1% y un 2%.

No obstante, en los últimos meses la desaceleración se hizo evidente, con un frenazo en seco en la creación de nuevos puestos de trabajo. Agosto fue así el último mes en el que el empleo subió por encima del 1%. En septiembre se elevó un 0,8%; en octubre, un 0,5%; en noviembre, un 0,3%, y finalmente, en diciembre, un 0,2% interanual. En 2019, y por primera vez en cuatro años, la creación de puestos de trabajo cayó en enero y en febrero, marcando retrocesos interanuales del 1,1% y del 1,4%.

Entre 2014 y 2018, las industrias de la moda dieron lugar a cerca de 12.540 puestos de trabajo. El textil y la piel y el calzado fueron los motores de la creación de empleo. El primero generó en este periodo de bonanza un total de nuevos 5.871 empleos, mientras que el subsector de la piel y el calzado sumó 5.097 trabajadores más. A pesar de que la confección continúa siendo la más intensiva de las tres en mano de obra, fue la más rezagada en la creación de puestos de trabajo, con 1.570 nuevas contrataciones en estos cuatro años. En diciembre de 2018, el textil sumaba 47.207 empleos; la confección, 49.102 puestos de trabajo, y la piel y el calzado, un total de 45.231.

Las industrias del cuero y el calzado, de hecho, fueron las primeras en iniciar la remontada. Durante prácticamente todo 2014, el buen ritmo de contrataciones en el calzado aupó los datos del conjunto del sector y la escalada en la creación de empleo en este subsector a doble dígito tiró del resto.

No obstante, en la recta final de 2014, la piel y el calzado fue moderando las subidas a la vez que el textil y la confección se sumaron a esta tendencia alcista. Hasta 2016, fue la industria vinculada a la piel la que lideró las contrataciones y, a partir de entonces, fue sobre todo el textil. La confección, por su parte, ha mantenido en este periodo una tendencia alcista más contenida, pero también sostenida.

Movimiento en el seno de la patronal

En estos últimos diez años, las organizaciones empresariales vinculadas a las industrias de la moda también han dado un vuelco. En 2011, se consolidó la Confederación de la Industria Textil (Texfor), que agrupó a las diferentes organizaciones empresariales vinculadas al textil: la Asociación Industrial Textil del Proceso Algodonero (Aitpa), la Federación Textil Sedera (FTS), la Federación de la Industria Textil Lanera (Fitexlan) y la Federación Nacional de Acabadores, Estampadores y Tintoreros Textiles (Fnaett). El adelgazamiento de los diferentes procesos manufactureros vinculados a la parte más baja de la cadena obligó a sus respectivos lobbies a sumar fuerzas para continuar defendiendo sus intereses ante la administración.

Tres años después, durante la negociación de convenio, se produjo una ruptura histórica entre el textil y la confección con un cisma en el Consejo Intertextil Español (CIE). Desde su fundación en 1978, el CIE había defendido los intereses de todas las agrupaciones empresariales vinculadas con el sector. Pero la unión se resquebrajó justo en el momento en que empezaban a percibirse síntomas de recuperación de la actividad manufacturera en España.

Texfor y la organización empresarial del textil valenciano Ateval emprendieron su camino en solitario bajo el paraguas del CIE, mientras que la Agrupación Española del Género de Punto (Aegp) y la Federación Española de Empresas de la Confección (Fedecon) decidieron salir de la confederación. En aquella negociación, Aegp y Fedecon consideraron que sus reivindicaciones no estaban bien defendidas. La confrontación se llevó incluso más allá de las fronteras españolas, hasta el punto de que España dejó de estar representada en Euratex, la patronal europea del textil y la confección, durante este periodo. Fedecon y Aegp, por su parte, crearon Moda España, una plataforma para integrar a los diferentes actores vinculados a este sector.

Con el tiempo, las diferencias fueron limándose y la relación entre las instituciones regresó al clima de cordialidad. Sin embargo, la fractura se mantiene. En la negociación del siguiente convenio, en 2018, ambas partes compartieron plataforma. De hecho, en la última mesa negociadora, la ruptura se produjo en la parte sindical. En esta ocasión, el motivo del desencuentro entre CCOO y UGT fue llegar a la cota de 14.000 euros anuales en los salarios mínimos.

Por otro lado, en el caso del calzado, la Federación de Industrias del Calzado Español (Fice) también ha ejecutado en este periodo su propia reestructuración. Rafael Calvo, el que fuera su dirigente histórico, dejó la presidencia de la organización en 2012 después de tres décadas liderándola.

Calvo, funcionario (retirado) del Cuerpo Superior de la Administración del Estado, estuvo al frente de la patronal durante su transformación de sector manufacturero a sector comercial, en la que la industria pasó de fabricar para terceros a crear sus propias marcas y conquistar con ellas los mercados exteriores. Dos años después de dejar su cargo, el histórico dirigente del calzado falleció. El empresario ilicitano José Sanchís le tomó el relevo en el cargo.

La misión de Sanchís no sólo consistió en retomar el trabajo de Calvo sino también en ejecutar una profunda reestructuración en el seno de Fice ajustándola al nuevo tamaño del sector tras más de una década sufriendo los efectos de la globalización. Una vez acometidos estos cambios, volvió a tomar las riendas de la patronal alguien ajeno al sector. En este caso fue José Monzonís, un presidente de corte político, antiguo vicepresidente de Economía, Industria y Energía en la Generalitat Valenciana.

La industria en España continúa diseminada en sus diferentes hubs sectoriales, muy vinculados a su territorio. A lo largo de esta década, algunos de estos polos se han reafirmado en su actividad manufacturera para intentar subirse a la ola de la relocalización. Cataluña, por ejemplo, pese a no ser ya el núcleo textil por excelencia de España, continúa defendiendo su liderazgo en el sector por número de empresas y por la diversidad de modelos y procesos que aglutina.

Galicia, por su parte, ha continuado buscando su papel estratégico en el sector más allá de Inditex. Sin embargo, en ambas autonomías el impacto de la crisis económica ha golpeado en estos últimos diez años a algunos de los que fueron sus pesos pesados.

CataluñaEn Cataluña se rescató in extremis a Nylstar, Dogi, Escorpion o Sita Murt, mientras en Galicia terminaron cayendo Toypes, Montoto, Caramelo o Viriato, entre otras. En Galicia, además, Portugal continuó siendo el aliado estratégico en el que apoyar los procesos más intensivos en mano de obra.

 

En el calzado, Alicante sufrió también los estragos de la última crisis financiera, con un fuerte adelgazamiento del sector, que quedó concentrado en las grandes marcas. No obstante, también vivió una recuperación de la actividad manufacturera apoyada en el valor del made in Spain.

La riojana Arnedo, el otro polo del calzado en el país, resistió mejor al envite con un sistema productivo afianzado casi exclusivamente sobre marcas propias. Ubrique, por su parte, reactivó a su vez la producción de complementos de piel para marcas de lujo, que en estos últimos años volvieron a virar el rumbo de sus políticas industriales para acercar de nuevo la producción a Europa. En otros puntos de España, como en Zaragoza, la reactivación de la producción no fue tan evidente. Esta región, muy centrada en la confección, continuó adelgazando su tejido empresarial ante la imposibilidad de ganar la batalla a otros núcleos industriales con costes productivos mucho más bajos.

La localidad mallorquina de Inca, por su parte, también vio a su industria del calzado perder una talla más. En la actualidad, tan solo quedan en este municipio dos factorías, las de Lottusse y Carmina Shoemaker, y, eso sí, la segunda mayor empresa del sector en España, Camper. En todos estos hubs, no obstante, los retos prácticamente son los mismos: reestablecer cadenas de valor rotas por años de deslocalización, retomar la formación de operarios, falta de inversión en innovación, apoyos insuficientes a la internacionalización, tamaño de micropyme y falta de operaciones corporativas.

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