¿Estamos preparados para el voto electrónico?

Existen varias definiciones para lo que se denomina comúnmente como “voto electrónico”. En un sentido amplio, se le considera así cuando se incorporan recursos informáticos en cualquier parte del proceso electoral, ya sea en el registro de ciudadanos, la confección de mapas de distrito, la logística electoral, el ejercicio del voto en sí mismo, el escrutinio y la transmisión de resultados.

La expresión de voto electrónico comprende varios modelos, ya sean tarjetas perforadas, sistemas de votación mediante escáneres ópticos y quioscos de votación especializados, pero también puede referirse a la transmisión de papeletas y votos por vía telefónica, redes de computación privadas o por Internet.

En 2017 el Gobierno de España descartó la implantación del voto electrónico por miedo a la ciber-delincuencia, no obstante en la actualidad países como India, Brasil y Venezuela ya utilizan el voto electrónico en la totalidad de su territorio.

Por otro lado, hay Estados como Francia, Argentina, Perú, México, Canadá o Estados Unidos que utilizan este sistema solamente en algunas zonas. Asimismo, hay países como Alemania, que llegan a considerar este sistema como anticonstitucional con el argumento de “no permitir la fiscalización del proceso” por personas sin conocimientos altamente especializados. Es cierto que en España, el voto electrónico se ha probado de manera esporádica desde 2004 hasta la actualidad, pero nunca con alcance general.

Las pruebas no han sido demasiado exitosas y la participación ha sido escasa, por lo que esto, sumado al miedo a la ciberdelincuencia, retrasa de forma indefinida su implantación real. Es evidente que existe tanto un interés creciente como una preocupación con respecto a la introducción de la tecnología en el proceso electoral. Muchos países están investigando, o por lo menos contemplando, las implicaciones que ésta puede acarrear. La búsqueda de medios nuevos e innovadores para asegurar el derecho al voto es encomiable. No obstante, se debe tener una cuidadosa consideración hacia los peligros que el proceso electoral puede causar por la introducción inadecuada y prematura de esta tecnología, especialmente si ésta compromete la transparencia, el sentido local de participación y manejo, o su capacidad de sustentación.

República Dominicana ha estudiado la automatización de los procesos electorales desde 2008, cuando se implementó el escaneo y la transmisión electronica de actas desde los recintos de votación.

La tecnología también se usó en las elecciones de 2010 y 2012. Para entonces, la Junto Central Electoral (JCE) preparó el terreno para la automatización del voto al crear un banco de datos biométricos.

Para el 2016, la Junta acumulaba la información de más de 7 millones de votantes. La última aplicación de este sistema en nuestro país fue este 2019, en las elecciones primarias. Sin embargo, la prueba de fuego será para las presidenciales 2020.

De ser aprobado su uso, los equipos para implementar la solución informática del voto automatizado tendrían un costo superior a los RD$1,000 millones.

Para las elecciones del 2020 deberían comprarse 9,405 equipos a ser distribuidos en los 16,405 colegios electorales que según el padrón electoral operan en todo el país.

Sin embargo, la población dominicana luce preocupada e incrédula ante este proceso que se avecina, incluso, consideran tener poca confianza en la institución que supervisará dicho proceso. Sobre todo con los acontecimientos que se dieron cuando el ex presidente de República Dominicana y candidato en las primarias por Partido de la Liberación Dominicana (PLD) Leonel Fernández acusara un supuesto fraude electoral, y exigió que la compañía encargada de hacer la auditoría forense no sea la predeterminada por el Gobierno.

Con esto, la misma Junta Central Electoral mostró una gran preocupación pese a los esfuerzo por instruir a la población sobre este nuevo sistema de sufragio. Por lo tanto es evidente que para las presidenciales 2020, se debiese realizar un proceso paralelo, es decir que los resultados electrónicos puedan validarse con las boletas físicas.

Estos problemas de confianza no solo se viven en nuestro país. El CEO de Microsoft y el tercer hombre más rico del planeta, Bill Gates, recientemente mostró su preocupación con respeto a la confiabilidad del cien por ciento del voto electrónico y sugirió que “los sistemas electrónicos electorales deben cumplir cuatro condiciones:

1. Un solo voto por persona.

2. Soportar auditorías integrales tanto de los procesos manuales como de los electrónicos.

3. El voto debe ser confidencial.

4. El sistema debe estar protegido contra los fraudes y los ataques de los intrusos”.

Por : Rodrigo Muñoz

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