En el templo del séptimo arte, «no hay entradas de favor»

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En épocas remotas, en las ciudades pequeñas no costaba mucho esfuerzo divulgar noticias. El Santo Domingo de 1941 no era la excepción, por lo que las expectativas que generaba la apertura de un nuevo cine teatro fueron creciendo a medida que se acercaba la fecha de su inauguración. Y el anuncio formal, aparecido en el diario La Nación del lunes 3 de febrero de ese año, confirmó que los dominicanos tendrían las puertas abiertas del más moderno centro para el arte cinematográfico en tan solo pocos días.

Como el guión de toda película, la idea soñada por Marcos Antonio Gómez Martí y su empresa Circuito Teatral Apolo tenía que materializarse para disfrutar así de su gran noche de estreno.

Gómez era nieto de Concepción Bona, la joven patriota que confeccionó la primera bandera dominicana izada al proclamarse la Independencia Nacional, el 27 de febrero de 1844. El padre de Concepción, Ignacio Bona, bisabuelo de Marcos Antonio, fue uno de los que firmó el Manifiesto de la Independencia, por lo que el joven emprendedor conocía de trabajo, lucha y determinación para alcanzar cualquier meta propuesta.

Santo Domingo ya tenía otras salas de cine, así que la apertura del Olimpia debía ser por todo lo alto y superar las expectativas que tenían los numerosos fanáticos de las películas que llegaban al país. Y como quedó registrado gracias a los testimonios de la época, en su noche inaugural, viernes 7 de febrero de 1941, mucha gente se vio en la necesidad de volver otro día porque su capacidad, 1,000 personas, resultó poca para las dos tandas anunciadas, 7:30 pm y 9:30 pm.

El cine teatro Olimpia, ubicado en la calle Palo Hincado, a pocos pasos del Parque Independencia, fue obra del arquitecto e ingeniero dominicano Juan Bautista Del Toro Andújar (1892-1953), quien se había diplomado de Arquitecto con doctorado y estudios de Ingeniería Urbana en la Universidad de París, Francia, en 1930. Fue el mismo autor de otros importantes cines de la época como fueron Capitolio, Julia y Apolo. Para diseñar el Olimpia tomó en cuenta aspectos estructurales y de terminación para garantizar la mayor comodidad del público asistente.

La película para inaugurar el local fue Balalaika, una comedia de 1939 hecha por los estudios Metro-Goldwyn-Mayer, en la que un príncipe ruso disfrazado de trabajador y una cantante involucrada en actividades revolucionarias se enamoran. El entusiasta público pagó, como era costumbre en la época, 50 y 30 centavos para las tandas nocturnas, y 15 y 10 centavos para la vespertinas, que comenzaba siempre a las 5:15 pm.

El Olimpia fue el cine más moderno de su época, con equipos suplidos por la R. C. A Photophone para sonido de óptima calidad, una de las cuatro principales tecnologías que surgieron en la industria cinematográfica estadounidense. Además, las lámparas de alta intensidad marca Strong Electric, usadas en su proyector, garantizaban una imagen perfecta proyectada en la gran pantalla.

El mismo día de inauguración, el Olimpia anunció las atracciones que se estrenarían en las próximas semanas. Así fue como los dominicanos pudieron disfrutar de clásicos cinematográficos como Ninoska, con Greta Garbo y Melvyn Douglas; La solterona, con Bette Davis y George Brent; así como la película de aventuras Hermano contra hermano, con Errol Flynn y Olivia de Havilland. Todas ellas eran distribuidas en el país por la empresa Itálica Film, C. Por A., cuyo lema era “La casa de los éxitos”.

Por Antonio Trujillo

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