14 de septiembre 2018, 9:50 AM.- El champán corría el mes pasado en una reunión en los Hamptons para miembros de Tiger 21, un club de inversión para ultrarricos. Después de socializar un rato, la conversación giró a un tema candente: las operaciones directas.
Algunos de los presentes invertían directamente en propiedades inmuebles. Uno había puesto dinero en un parque de diversiones (perdió mucho pero su hijo pequeño se divirtió, bromeó).
Para estas y muchas otras personas adineradas, los fondos de cobertura, el capital privado y otras inversiones exclusivas tradicionales ya no bastan. Buscan “operar directo”, expresión de Wall Street que significa poner su dinero directamente en un negocio.
La inversión directa es una estrategia muy usada por familias con miles de millones de dólares de patrimonio como los Dell y los Pritzker, que han multiplicado su riqueza comprando participaciones en empresas que no cotizan en bolsa. Pero ahora la utilizan quienes poseen cientos de millones y podrían carecer del financiamiento y el conocimiento financiero necesarios para crear sus propias oficinas de gestión del patrimonio familiar, en tanto las valuaciones del mercado público crecen cada vez más.
La movida también surge de la envidia: inversores acaudalados han visto cómo las personas que adquirieron en forma temprana participaciones en startups exitosas como Uber Technologies Inc. y Airbnb Inc. acumulaban enormes riquezas, al menos en los papeles. Después está el simple prestigio de poseer una parte de una compañía y tener, en teoría, más poder del que tendrían en una inversión pasiva.
‘Un poco más inteligente’
“A algunas personas ricas no les gusta formar parte de grupos de inversión en los que no tienen influencia”, dijo Felix Herlihy, director gerente de Cascadia Capital, que se especializa en el tipo de transacción del mercado medio que prefieren las oficinas familiares. “La idea es que, al operar directamente, su desempeño con el tiempo será superior. En cierto sentido, es como decir: ‘Soy un poco más inteligente’”.
En una encuesta del año pasado a 157 familias con más de US$250 millones, el 66 por ciento dijo que quería hacer más inversiones directas. Esas operaciones podrían volverse aún más comunes entre los menos ricos: el presidente de la Comisión de Bolsa y Valores de los Estados Unidos, Jay Clayton, dijo el mes pasado que está evaluando actualizar las normas destinadas a proteger a los pequeños inversores para permitirles invertir en compañías que no cotizan en bolsa.
El problema es que operar directamente significa distintas cosas para distintas personas: desde comprar acciones antes de una oferta pública inicial hasta adquirir una participación mayoritaria en una empresa, y los riesgos que corren los inversores pueden variar enormemente.
Es más, la diferencia de retornos entre las inversiones ilíquidas y las acciones y los bonos muy negociados nunca ha sido tan chica, dijo Michael Tiedemann, máximo responsable de Tiedemann Wealth Management.
“Hay una tonelada de dinero que espera ser invertido”, señaló. “Si la operación ha llegado a nuestro escritorio y no se trata de un sector en el que operábamos, la probabilidad es que haya sido analizada y descartada por aquellos que saben mucho más sobre el panorama competitivo que nosotros”.
Fuente: Bloomberg.
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