En un deporte con una amplia tradición, que trasciende generaciones y encanta a millones alrededor del mundo, muchas son las figuras que han dejado una huella en la historia del fútbol. Una de esas estrellas, que deleitaba a las aficionados y los levantada de sus asientos por la emoción fue Rivaldo.
Reconocido por su versatilidad, capacidad goleadora y su distintivo ‘jogo bonito’, marcó una época, convirtiéndose en Campeón del Mundo y de América, así como de la UEFA Champions League y de la Copa Sudamericana. También se destacó entre una generación excepcional de futbolistas al consagrarse ganador del Balón de Oro en 1999, superando a jugadores de la talla de David Beckham, Gabriel Batistuta y Andriy Shevchenko.
‘El fútbol es para divertirse, para hacer algo diferente. Siempre entraba al campo con alegría, porque eso es el fútbol, hay que hacer espectáculo para los aficionados. Cuando te diviertes las cosas salen muy bien’. Esto dijo sobre una de sus claves para llegar al profesionalismo, que le ayudó a trascender y a producir goles majestuosos.
Rivaldo jugaba para divertirse y para entretener a la afición. Era lo que le gustaba y eso atraía a las masas, le puso todo su esfuerzo y corazón a lo que hacía para hacer felices a los demás y dejar su marca en la historia del deporte mundial.