La compleja estructura del cerebro ha sido objeto de diferentes estudios y libros que, a lo largo de la historia, han tratado de explicar el misterioso funcionamiento de uno de los principales órganos del cuerpo humano. Y esta complejidad también ha sido objeto del interés de muchos, que en sus ansias de poder han tratado de buscar las maneras de intervenir y controlar a su antojo el cerebro de otros, ya sea a través de métodos como la hipnosis, o mediante experimentos como los realizados en los laboratorios nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Hoy día, en un mundo cibernético en donde todo pareciera hackeable y cualquier persona mal intencionada puede lograr alterar las funciones de un dispositivo tecnológico a distancia, el objetivo de una nueva manipulación, inclusive a nivel mundial, bien podría estar en el denominado Brainjacking o control no autorizado de los implantes cerebrales.
Más allá de lo que se haya visto en una película de ciencia ficción o libro de teoría conspirativa, esta nueva amenaza a la seguridad podría afectar a todas aquellas personas que, dentro de sus organismos, llevan insertados implantes como tratamiento para trastornos y enfermedades cerebrales. En la actualidad, esta amenaza es cada vez mayor si se toma en cuenta que los implantes médicos con funcionalidad inalámbrica cada vez son más comunes y se pueden programar, controlar y recargar sin necesidad de cirugía o cables.
En el caso del Brainjacking, los expertos en seguridad cibernética temen que futuros implantes inalámbricos en el cerebro humano puedan ser susceptibles a la piratería. De hecho ya se ha demostrado lo fácil que se puede manipular a distancia marcapasos o bombas de insulina, algo que podría llegar a tener consecuencias letales. Por ejemplo, el mismo ex vicepresidente estadounidense Dick Cheney ordenó que apagaran la función inalámbrica de su marcapasos, en caso de que las potencias extranjeras quisieran usarla para asesinarlo.
Asimismo, los expertos han advertido que el pirateo de dispositivos médicos podría tener un giro aún más inquietante a medida que los pacientes comiencen a recibir más implantes para controlar la actividad de sus cerebros.
Vivimos en una era donde reinan las interconexiones y los dispositivos electrónicos inalámbricos nos facilitan casi todos los aspectos de nuestra vida, mientras que al mismo tiempo nos hacen vulnerables a ciberataques.
Las investigaciones
Investigadores de la Universidad de Oxford señalan que la programación inalámbrica que es utilizada para controlar los implantes cerebrales, bien podría ser secuestrada por piratas informáticos con el fin de inducir dolor, temblores o incluso alterar el comportamiento de las personas.
Si se trata de un agresor avanzado, éste podría inducir cambios conductuales como la hipersexualidad o la ludopatía, pudiendo hasta ejercer cierto tipo de control sobre el comportamiento del paciente al estimular partes del cerebro relacionadas con el aprendizaje y basándose en la recompensa para poder reforzar ciertas acciones.
Un grupo de científicos de Bélgica efectuó pruebas sobre los niveles de seguridad de un implante cerebral inalámbrico o neuroestimulador y descubrieron que sus señales sin protección pueden ser hackeadas. Asimismo indicaron que la ubicación de parte de este dispositivo en medio de la materia gris sensible, con el fin de tratar enfermedades como el Parkinson, hace que ante un ataque informático la persona quede expuesta a cambios de voltaje que resultarían en negación sensorial, discapacidad y hasta la muerte.
A través de este tipo de investigaciones se estima que, con el brainjacking, la información médica privada podría verse comprometida por la ausencia de encriptación y autenticación de los dispositivos que son diseñados para implantar en el organismo.
Así lo creen investigadores de USENIX, que revelaron que los neurotransmisores que llegarán al mercado en el futuro aprovecharán la información extraída de las ondas cerebrales, como la P-300, con la finalidad de personalizar las terapias de los pacientes.
El riesgo estaría en que la onda P-300 puede filtrar información personal sensible como contraseñas, e incluso revelar emociones y pensamientos, que quedarían expuestos en caso de que el dispositivo sea manipulado por un hacker.
Poca seguridad
La seguridad se ha convertido en uno de los dolores de cabeza que tiene los fabricantes de estos dispositivos, que tienen un dilema a la hora de diseñar un sistema con una buena seguridad y que se pueda realmente utilizar en el mundo real.
Entre los inconvenientes que se presentan en materia de seguridad está que los implantes cerebrales son limitados por su tamaño físico y por la capacidad de la batería, lo que hace que muchos diseños sean inviables.
Además estos dispositivos tienen que ser de fácil acceso para el personal médico en el caso de una emergencia, lo que significa que no puede ser altamente codificado y tiene que haber algún tipo de “puerta trasera” (backdoor), para que un tercero pueda manipularlos en caso de una emergencia.
También es necesario pensar sobre los riesgos que existe de las nuevas opciones relacionadas con la posibilidad de controlar los implantes, ya sea con un smartphone o por Internet, tomando en cuenta que cualquier persona externa puede robar el teléfono o entrar en la cuenta de Internet que maneja el paciente.
Inclusive se coloca el ejemplo de lo que pudisese hacer un terrorista si tuviese acceso a la mente de un político o los niveles de chantaje a los que se podría llegar si alguien pudiera alterar la forma en la que la persona actúa y piensas.
Y aunque no existen pruebas que sugieran que alguno de estos implantes haya sido hackeado en el mundo real o de que los pacientes que tengan algún implante debieran temer por su seguridad, se trata de un tema que los fabricantes, reguladores, científicos, ingenieros y personal clínico debería considerar antes de que se convierta en una peligrosa realidad y afecte la credibilidad y el futuro de estos dispositivos.
Estimación cerebral profunda
Conocidos como Estimulación Cerebral Profunda, los implantes cerebrales son dispositivos que activan o desactivan pulsos eléctricos en las neuronas del cerebro. Actualmente se usan para tratar afecciones como la enfermedad de Parkinson, y se están probando en pacientes que padecen del síndrome de Tourettes, así como de dolor crónico, depresión, anorexia, trastornos del estado de ánimo y trastorno obsesivo compulsivo.
La estimulación cerebral profunda es un procedimiento quirúrgico usado para tratar una variedad de síntomas neurológicos invalidantes, tales como el temblor, la rigidez, el agarrotamiento, el movimiento lento y los problemas para caminar. Actualmente, el procedimiento se usa solamente en pacientes cuyos síntomas no pueden ser controlados adecuadamente con medicamentos.
La estimulación cerebral profunda además usa un dispositivo médico implantado quirúrgicamente y operado por una batería llamado neuroestimulado, que es similar a un marcapasos cardíaco, la cual tiene aproximadamente del tamaño de un cronómetro. Esta batería envía estimulación eléctrica a áreas específicas del cerebro que controlan el movimiento, bloqueando las señales nerviosas anormales que causan el temblor y los síntomas de enfermedades como el Parkinson.
El sistema de estimulación cerebral profunda consta de tres componentes: el electrodo, la extensión y el neuroestimulador. El electrodo es un cable delgado y aislado, que se inserta a través de una pequeña abertura en el cráneo y se implanta en el cerebro. La punta del electrodo se posiciona dentro del área objetivo del cerebro.
La extensión es un cable aislado que se pasa bajo la piel de la cabeza, el cuello y el hombro, conectando el electrodo al neuroestimulador. Por su parte, el neuroestimulador (conocido como el “paquete de baterías”) es el tercer componente y generalmente se implanta bajo la piel cerca de la clavícula. En algunos casos puede implantarse más abajo en el pecho o bajo la piel sobre el abdomen.
Una vez que el sistema esté colocado, se envían impulsos eléctricos desde el neuroestimulador hacia el cable de extensión y el electrodo dentro del cerebro. Estos impulsos interfieren y bloquean las señales eléctricas que causan síntomas de diferentes enfermedadades y trastornos.
El “brainjacking” ha sido un tema recurrente en la ciencia ficción durante décadas pero con los avances tecnológicos empieza a tratarse de una posibilidad real.
El más usado
El tipo de implante cerebral más usado actualmente es el sistema de estimulación cerebral profunda (DBS, por sus siglas en inglés) que consiste en la implantación de dos electrodos en el cerebro conectados a cables que van por debajo de la piel y que transmiten señales desde un estimulador implantado.
Este estimulador se encuentra formado por una batería, un pequeño procesador y una antena de comunicación inalámbrica que permite a los médicos programarla. Básicamente funciona como un marcapasos con la principal diferencia de que el DBS interactúa directamente con el cerebro.