El negocios de las siembras de nubes: el clima bajo control

La manipulación del clima con diversos propósitos como la lucha contra las sequías, el control de la polución o incluso el favorecimiento del turismo se desvela como una industria que mueve millones de dólares y, una vez más, sitúa al hombre ante un nuevo medio para dominar todos los elementos a su conveniencia.

La llamada ‘siembra de nubes’, entendida como una manera de intentar cambiar la cantidad o el tipo de precipitación, se realiza mediante la dispersión de sustancias en el aire que alteran los procesos dentro de la microfísica de las nubes. Las sustancias más comunes son el yoduro de plata y la sal, dependiendo de la zona y el clima.

No se trata de crear lluvia artificial. La intención con la que se lleva a cabo es aumentar la precipitación ‘natural’, o suprimir la aparición de la niebla o la caída de granizo, sobre todo en zonas aeroportuarias.

La gran ventaja que tiene esta técnica es la posibilidad de conseguir que llueva en zonas realmente necesitadas. Esta es la principal razón por la que se inventó y, gracias a ella, se puede conseguir que las nubes descarguen agua sobre lugares que están sufriendo sequías severas, que corren el riesgo de sufrir cortes en el suministro.

Se trata por tanto de una ‘fresca’ inyección a nuevas oportunidades económicas de países en vías de desarrollo vinculadas sobre todo al cultivo. Otra de sus grandes atribuciones es el disipado de los elevados niveles de contaminación de grandes núcleos urbanos.

Este sistema, o al menos la idea, no es nueva. Ya después de la II Guerra Mundial se comenzaba hablar de la siembra de nubes, provocando que el mercado mundial empezara a ser consciente de la tremenda capacidad de este mecanismo.

Desde esta ola, actualmente existen un total de 34 empresas en el mundo dedicadas a crear este servicio. Su práctica no ha sido sin embargo homogénea.

Mientras en ciertas zonas este sistema es completamente ignoto, en diversos países de Asia, América y Europa prodigan este uso con naturalidad. Existen incluso empresas que ofrecen la garantía de un clima perfecto ante un evento de magnitud.

Una clara referencia de éxito, a una mayor escala, es el gobierno chino, el cual cosecha nubes en 22 de sus 23 provincias para intentar eliminar la polución y mejorar los cultivos. Ahora incluso plantea poner en marcha el proyecto ‘Río Celestial’ con el que se pretende provocar lluvias usando nubes artificiales creadas en una granja especial.

No obstante, debido principalmente al elevado costo del proceso y la incertidumbre que todavía presenta en sus resultados, en ninguna parte del trópico, a nivel mundial, se ha desarrollado un proyecto de esta índole a largo plazo. Es por esta razón que la región del Caribe y República Dominicana, en particular, todavía están lejos de esta tendencia a un nivel generalizado.

La primera vez que se aplicó la siembra de nubes en este país fue en los años 60, y posteriormente en los 90, como respuesta a la profunda sequía que asolaba el campo criollo.

En Puerto Rico existen compañías contratadas por el Gobierno que han comenzado con este proceso, también conocido como modificación climática o estimulación de nubes.

En este mismo país, un dominicano, el doctor Rafael Méndez Tejeda, climatólogo y profesor de Física en la Universidad de Puerto Rico – Carolina, forma parte de un proyecto de investigación que busca manipular el clima para provocar lluvias de manera sostenible.

Sin embargo, hasta la fecha los resultados no han sido del todo satisfactorios con el sistema actual de ‘inyección’ de sales. De hecho las cifras no sobrepasaron el 10 % de precipitación.

Como justifica este experto, no se trata únicamente de desprender químicos en el cielo, sino de tener la garantía de hacerlo en las nubes correctas, aquellas con posibilidades de precipitación.

“El problema del Caribe frente a otros territorios es que las extensiones de terreno son más escasas, y el tipo de nube es de una base muy estrecha. Por eso la probabilidad de que este proyecto tenga éxito es mucho más baja en esta zona geográfica”, explica.

La meta para enfrentar estos obstáculos es usar tecnologías avanzadas para enfrentar periodos de sequía similares al actual, como los satélites, a través de los cuales se podrían detectar mejor los diferentes tipos de nubes. Un paso más para el hombre, pero ¿también para el planeta?.

Este contenido fue publicado en la revista Mercado Regular, Inteligencia de Negocios, en su edición «La fórmula se mide en equipo». Suscríbete a través de http://www.revistamercado.do/suscripciones/ para que obtengas nuestras ediciones.

El negocio de las siembras de nubes: el clima bajo control

La manipulación del clima con diversos propósitos como la lucha contra las sequías, el control de la polución o incluso el favorecimiento del turismo se desvela como una industria que mueve millones de dólares y, una vez más, sitúa al hombre ante un nuevo medio para dominar todos los elementos a su conveniencia.

La llamada ‘siembra de nubes’, entendida como una manera de intentar cambiar la cantidad o el tipo de precipitación, se realiza mediante la dispersión de sustancias en el aire que alteran los procesos dentro de la microfísica de las nubes. Las sustancias más comunes son el yoduro de plata y la sal, dependiendo de la zona y el clima.

No se trata de crear lluvia artificial. La intención con la que se lleva a cabo es aumentar la precipitación ‘natural’, o suprimir la aparición de la niebla o la caída de granizo, sobre todo en zonas aeroportuarias.

La gran ventaja que tiene esta técnica es la posibilidad de conseguir que llueva en zonas realmente necesitadas. Esta es la principal razón por la que se inventó y, gracias a ella, se puede conseguir que las nubes descarguen agua sobre lugares que están sufriendo sequías severas, que corren el riesgo de sufrir cortes en el suministro.

Se trata por tanto de una ‘fresca’ inyección a nuevas oportunidades económicas de países en vías de desarrollo vinculadas sobre todo al cultivo. Otra de sus grandes atribuciones es el disipado de los elevados niveles de contaminación de grandes núcleos urbanos.

Este sistema, o al menos la idea, no es nueva. Ya después de la II Guerra Mundial se comenzaba hablar de la siembra de nubes, provocando que el mercado mundial empezara a ser consciente de la tremenda capacidad de este mecanismo.

Desde esta ola, actualmente existen un total de 34 empresas en el mundo dedicadas a crear este servicio. Su práctica no ha sido sin embargo homogénea.

Mientras en ciertas zonas este sistema es completamente ignoto, en diversos países de Asia, América y Europa prodigan este uso con naturalidad. Existen incluso empresas que ofrecen la garantía de un clima perfecto ante un evento de magnitud.

Una clara referencia de éxito, a una mayor escala, es el gobierno chino, el cual cosecha nubes en 22 de sus 23 provincias para intentar eliminar la polución y mejorar los cultivos. Ahora incluso plantea poner en marcha el proyecto ‘Río Celestial’ con el que se pretende provocar lluvias usando nubes artificiales creadas en una granja especial.

No obstante, debido principalmente al elevado costo del proceso y la incertidumbre que todavía presenta en sus resultados, en ninguna parte del trópico, a nivel mundial, se ha desarrollado un proyecto de esta índole a largo plazo. Es por esta razón que la región del Caribe y República Dominicana, en particular, todavía están lejos de esta tendencia a un nivel generalizado.

La primera vez que se aplicó la siembra de nubes en este país fue en los años 60, y posteriormente en los 90, como respuesta a la profunda sequía que asolaba el campo criollo.

En Puerto Rico existen compañías contratadas por el Gobierno que han comenzado con este proceso, también conocido como modificación climática o estimulación de nubes.

En este mismo país, un dominicano, el doctor Rafael Méndez Tejeda, climatólogo y profesor de Física en la Universidad de Puerto Rico – Carolina, forma parte de un proyecto de investigación que busca manipular el clima para provocar lluvias de manera sostenible.

Sin embargo, hasta la fecha los resultados no han sido del todo satisfactorios con el sistema actual de ‘inyección’ de sales. De hecho las cifras no sobrepasaron el 10 % de precipitación.

Como justifica este experto, no se trata únicamente de desprender químicos en el cielo, sino de tener la garantía de hacerlo en las nubes correctas, aquellas con posibilidades de precipitación.

“El problema del Caribe frente a otros territorios es que las extensiones de terreno son más escasas, y el tipo de nube es de una base muy estrecha. Por eso la probabilidad de que este proyecto tenga éxito es mucho más baja en esta zona geográfica”, explica.

La meta para enfrentar estos obstáculos es usar tecnologías avanzadas para enfrentar periodos de sequía similares al actual, como los satélites, a través de los cuales se podrían detectar mejor los diferentes tipos de nubes. Un paso más para el hombre, pero ¿también para el planeta?.

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El rey de la energía eólica entre los países del Caribe

Con 175 megavatios instalados, República Dominicana tiene más capacidad para generar energía eólica que ninguna otra nación o territorio del Caribe insular. Los molinos de viento que se concentran en el Sur profundo evitan la emisión de 300,000 toneladas de dióxido de carbono y ahorran el equivalente a 900,000 barriles de petróleo por año a la factura petrolera nacional.

Estos datos del Consejo Nacional de Energía (CNE) indican cómo los dominicanos intentan prepararse para un futuro sin hidrocarburos ni generación fósil, aunque la construcción y puesta a prueba de la Central Termoeléctrica Punta Catalina no pertenezca a esta tendencia.

“Existe un potencial importante por desarrollar en torno a la energía eólica, no solamente para sistemas aislados (clientes no regulados) sino para la generación al Sistema Eléctrico Nacional Interconectado (SENI, el sistema que suple a las distribuidoras), y el aporte de la generación eléctrica al SENI puede ser significativo.

La energía eólica se puede constituir en la fuente de energía renovable de mayor penetración en el sector eléctrico (dominicano)”, estima el Plan Energético Nacional que el Gobierno dominicano trazó entre 2010 y 2025.

Adman Z. Amín, quien fuera director de la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA, siglas en inglés) cuando este organismo multilateral hizo el mapa de la energía limpia para el país en 2016, opina que República Dominicana tiene retos como la dependencia del crudo, la proclividad a eventos naturales y la complicación del acceso a otros mercados por su característica insular, pero que con el desarrollo de los generadores basados en el viento tiene la facultad de mitigar los riesgos que le aquejan.

Igualmente, como signatarios del Acuerdo de París, que busca reducir las emisiones de dióxido de carbono de cara a 2030, las fuentes de electricidad limpia, en especial la tecnología eólica, pueden disminuir en un 30 % la contaminación del aire “si el país sigue desarrollando este campo del sector eléctrico”.

Los Cocos, en Juancho, Pedernales, se han convertido en un atractivo del ecoturismo interno, para los excursionistas hacia Bahía de las Águilas.

Se aprovechan del viento que sopla desde la costa sur del país, mientras adornan de modernidad el Parque Jaragua y brindan electricidad tanto a sus vecinos de la comarca como al SENI.

¿La mayor barrera para su ampliación? Instalar energía eólica tiene un costo aproximado por megavatio de 1,700 dólares, casi el doble de lo que conlleva ensamblar una central eléctrica que utilice algún derivado de combustibles fósiles.

Además, no siempre hay viento, por lo que hay momentos en los que un molino no puede aportar energía.

Sin embargo, se trata de una apuesta por el aire puro, el clima y la independencia del crudo, en conjunto con la volatilidad de sus precios en los mercados internacionales.

Este contenido fue publicado en la edición especial de «The Best of DR» 2019, del grupo editorial Mercado Media Network. Para saber más sobre otros interesantes artículo como éste, suscríbete a través de http://www.revistamercado.do/suscripciones/

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