Triunfo de última hora de Evo Morales despierta dudas en el mundo

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Evo Morales está cerca de asegurar un cuarto mandato a la presidencia de Bolivia después de unas elecciones en las que las actualizaciones sobre el recuento de votos fueron suspendidas misteriosamente durante 24 horas, lo que provocó disturbios violentos y acusaciones de fraude.

Según los resultados parciales, Morales logró el 46% de los votos frente al 37% de su oponente Carlos Mesa, con el 96% de las papeletas escrutadas de la votación del 20 de octubre. Esto después de un período de 24 horas, punto en el que la autoridad electoral dejó de actualizar los resultados después de revelar el domingo en la noche una diferencia de solo siete puntos porcentuales entre ambos candidatos con un 84% de los votos escrutados.

Si Morales gana por más de 10 puntos, evita la necesidad de una segunda vuelta, lo que podría no lograr contra una oposición unida.

Al congelar la actualización de los votos se avivó la tensión tras una campaña ya polarizada. Los medios nacionales mostraron imágenes de las oficinas del Gobierno en llamas, mientras la oposición y los partidarios de Morales se enfrentaban en las calles. Mesa dijo que la autoridad electoral es un instrumento servil del Gobierno y multitudes de seguidores respondieron a su llamado a la movilización.

La Organización de los Estados Americanos (OEA), que monitorea las elecciones, solicitó al organismo electoral que explicara por qué detuvo la transmisión de resultados preliminares y dijo que el análisis de la votación del domingo “claramente” mostraba que las elecciones se irían a una segunda vuelta.

“Veinticuatro horas después, la autoridad divulgó datos con un cambio de tendencia inexplicable, que modifica drásticamente el resultado de las elecciones y genera pérdida de confianza en el proceso electoral”, dijo Manuel González, jefe de la misión de la OEA que monitorea las elecciones, a periodistas el lunes por la noche. La misión trabajará en un informe con recomendaciones “previas a una segunda vuelta”, dijo González.

Los disturbios en Bolivia se producen después de cuatro días de enfrentamientos en Chile, el país vecino, por la subida de los precios del metro, y de más de una semana de violencia en Ecuador a principios de mes después de que el Gobierno aumentara los precios del combustible.

“El gobierno, con su decisión de burlar de nuevo la voluntad del pueblo, es el único responsable de la violencia que amenaza a Bolivia”, dijo en Twitter Mesa, antiguo presidente que estuvo en el poder poco más de un año a inicios del siglo.

La presidencia no respondió a un correo electrónico en el que se solicitaban comentarios.

Los bonos del Gobierno boliviano con vencimiento en 2028 cayeron 2,6 centavos a 93,6 centavos por dólar, lo más bajo desde mayo.

Morales ha gobernado durante más de una década de crecimiento y de caída de la pobreza, pero esta elección ha sido la más reñida hasta la fecha. Su respeto por la democracia fue cuestionado después de que ignoró el resultado de un referéndum de 2016, que habría restringido los límites del mandato presidencial.

En una elección de 2017 en Honduras, el recuento de votos se estancó cuando el candidato opositor, Salvador Nasralla, logró una ventaja de cinco puntos porcentuales frente al presidente, Juan Orlando Hernández. Cuando el recuento se reanudó días después, el liderazgo de Nasralla se había reducido y Hernández finalmente tomó la delantera, ganando las elecciones y provocando denuncias de fraude.

Bloomberg 

Cuarto día de protesta en Chile con peores disturbios en décadas

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Miles de personas se reunieron este lunes en las plazas de las ciudades chilenas, después de un fin de semana marcado por soldados y policías que se enfrentaron con manifestantes y dispararon contra saqueadores enmascarados. El peso y las acciones locales se desplomaron.

Chile está soportando un cuarto día de disturbios y protestas en la peor agitación social desde que el país regresó a la democracia a fines de la década de 1980 para convertirse en el país más próspero de América Latina.

Once personas murieron y 1,500 fueron arrestadas en una ola de ataques incendiarios, saqueos y disturbios que han llevado a las ciudades a un punto muerto. El presidente, Sebastián Piñera, ha declarado un estado de emergencia y ha pedido al ejército que restablezca el orden.

Las escenas son difíciles de conciliar con la imagen del país como uno de los casos más estables de la región, con una economía digna de mostrar. Lo que comenzó como protestas contra los aumentos de las tarifas del metro se transformó rápidamente en manifestaciones de descontento por la igualdad de ingresos, las pensiones, la salud y la educación.

“Es como una olla a presión”, asegura Claudio Fuentes, profesor de ciencia política en la Universidad Diego Portales en Santiago. “Esta es una serie de agendas paralelas que se han estado construyendo durante décadas y explotaron con el aumento de las tarifas de transporte”.

Si bien Piñera retrocedió en el aumento de las tarifas, sus esfuerzos para combatir la violencia han agregado combustible al fuego. El domingo por la noche, tenía un mensaje claro para Chile: estamos en guerra, elegimos bandos y ganaremos. No se mencionó el diálogo.

En un discurso televisado a la nación el domingo en la noche, el presidente elogió a las fuerzas de seguridad y comparó a los manifestantes con una organización criminal. Es una táctica peligrosa. Detrás de los disturbios hay una oleada mucho mayor de personas que protestan contra la economía de libre mercado de Chile, la cual que ha producido vastas riquezas y una enorme desigualdad. Los sindicatos mineros convocaron una huelga general para el 23 de octubre y acusaron a la policía de “agresión brutal”.

“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable, que no respeta a nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la delincuencia y la violencia sin ningún límite, incluso cuando significa pérdidas de vidas humanas”, dijo Piñera. Los alborotadores “representan el mal”.

El general del ejército Javier Iturriaga respondió a los comentarios del presidente diciendo “no estoy en guerra con nadie”.

Las protestas descarrilarán la agenda fiscal, de pensiones y de reforma laboral que había promovido como clave para el crecimiento, según Ricardo Solari, economista y exministro durante el gobierno del socialista Ricardo Lagos.

“A partir de ahora, el gobierno de Piñera solo se centrará en hacer las cosas sin problemas y abandonará sus reformas”, asegura Solari.

Las muertes fueron causadas por ataques incendiarios en un supermercado y un almacén. Unas 70 estaciones de metro han sido dañadas, algunas casi destruidas, decenas de autobuses han sido quemados, las tiendas saqueadas y los edificios incendiados. El toque de queda no ha logrado evitar el caos, que se extendió a otras regiones, lo que obligó a Piñera a extender el estado de emergencia.

La mayoría de las tiendas estaban cerradas y muchas compañías alentaron a sus empleados a trabajar desde casa. Los que sí fueron a trabajar, después de que el toque de queda se levantó a las 6 de la mañana, se enfrentaron a un transporte público restringido, con soldados vigilando las entradas del metro y helicópteros militares en lo alto. Los mercados chilenos cayeron en un volumen bajo, ya que muchos operadores se quedaron en casa, pero no alcanzó a darse una venta de pánico.

“Tres supermercados en mi vecindario fueron saqueados ayer y la policía ni siquiera apareció”, dijo David Vargas el lunes, mientras caminaba a su lugar de trabajo como técnico para una compañía de tarjetas de crédito. “El gobierno solo se enfoca en la seguridad y están agregando leña al fuego con ese lenguaje”.

Vargas se unió a otras personas golpeando ollas en las calles en días anteriores, pero eligió quedarse en casa el domingo mientras sus vecinos organizaban patrullas para evitar que los saqueadores ingresen a las casas. Normalmente, sale de su casa a las 6 a.m. y no llega hasta la medianoche, ya que gasta alrededor de US$3 y tres horas al día en transporte público.

El gobierno no está en contacto con la gente, dijo Vargas. “Parece que las cosas necesitan llegar a un punto de crisis para que seamos escuchados”, dijo.

Malos recuerdos

Los sindicatos mineros están pidiendo el fin del estado de emergencia y el toque de queda, según un comunicado del grupo paraguas CTMIN, que representa a algunos trabajadores de la mina de cobre Los Bronces, de Anglo American Plc; Quebrada Blanca, de Teck Resources Ltd.; Los Pelambres y Zaldívar, de Antofagasta Plc; entre otras.

De regreso a Santiago, las patrullas militares y los vehículos blindados en las calles traen malos recuerdos de la dictadura militar que gobernó el país desde 1973 hasta 1990. El toque de queda comenzó a las 7 pm en gran parte de la capital el domingo, pero no pudo evitar otra ola de protestas y destrucción.

El solo sistema de metro ha estimado daños por más de US$300 millones, según el periódico La Tercera. En el aeropuerto, los vuelos fueron suspendidos durante la noche, y los viajeros durmieron en las cintas transportadoras para respetar el toque de queda.

Estamos preparados para un “día difícil” el lunes, dijo Piñera al país el domingo, antes de detallar los intentos de reabrir el transporte público.

Si bien reconoció el derecho de las personas a protestar y dijo que entendía algunas de sus quejas, el mensaje de Piñera en general fue profundamente intransigente. Criticó a quienes defienden a los manifestantes, brindó su “total apoyo y respaldo” a las fuerzas de seguridad y se comprometió a restablecer el orden.

No usó la palabra “diálogo” ni una vez, una omisión que probablemente enfurezca a los miles que salieron a las calles pacíficamente en todo el país en los últimos días. Si bien muchos han deplorado la violencia, respaldan las demandas centrales.

Al menos 22 personas resultaron heridas de gravedad durante las protestas, dijo el domingo el Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile, según informó el diario chileno El Mostrador. La organización dijo que se informó del uso de fuerza excesiva y de acoso sexual por parte de las fuerzas de seguridad, y se obligó a mujeres a que se desnudaran, según informó El Mostrador.

Los manifestantes, golpeando ollas y sartenes, marcharon nuevamente en Santiago el domingo, y las fuerzas armadas intervinieron en algunos casos para dispersarlas. La mayoría de las tiendas y centros comerciales permanecieron cerrados, y los pocos establecimientos que abrieron tenían largas colas de personas comprando víveres, agua y combustible.

Santiago se prepara para recibir al presidente Donald Trump y otros líderes del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en menos de un mes.

Bloomberg

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