Para aplanar la curva del brote del coronavirus numerosos países han adoptado medidas radicales de distanciamiento social. Se insta u obliga a las personas a autoaislarse en casa. En muchos países las escuelas están cerradas. Lo mismo ocurre con teatros, cines, bares y restaurantes. Se recomienda no viajar, ya sea por ocio o por trabajo. Las fronteras se cierran.
La mayoría de las personas asumen que todas estas medidas para combatir el virus son temporales y que en algún momento – en dos, seis o quizá doce meses – la vida volverá a la normalidad. Hasta cierto punto, eso puede ser verdad. Pero muchos cambios puede que sean permanentes. Los sistemas sociales, ya sean economías completas u organizaciones individuales, son muy difíciles de cambiar.
Con el tiempo, las empresas se convierten en estructuras complejas y burocráticas, con tantas rutinas arraigadas que son casi imposibles de modificar.
Las economías también siguen una trayectoria determinada y generalmente se resisten a los cambios radicales. En su lugar, siguen un camino que a menudo está marcado por un pequeño acontecimiento o accidente histórico. Pero en tiempos de una crisis profunda, se abre una ventana de oportunidad al cambio. A veces, esta ventana de oportunidad se maneja a propósito para cambiar el curso de acción.
La investigación en ciencias sociales ha observado desde hace tiempo que el cambio sociopolítico a menudo sucede en explosiones repentinas: un sistema social permanece estable por un largo período de tiempo hasta que una sacudida externa lo altera y pone en marcha una nueva trayectoria.
El coronavirus puede ser esa sacudida externa que redefina en su esencia algunas áreas de cómo vivimos nuestra vida. En lugar de simplemente recuperarnos y volver a como estábamos antes del coronavirus, algunos cambios pueden ser para siempre.
En tres áreas de nuestra vida económica, los cambios producidos por el coronavirus pueden ser más duraderos de lo que se piensa.
1. Viajes de negocios
Los viajes de negocios a menudo se consideran esenciales para el éxito de las organizaciones y la eficacia de su gestión.
No hay duda de que los encuentros cara a cara ayudan a construir relaciones y confianza, que son cruciales para que un proyecto tenga éxito.
Pero ahora que las empresas y otras organizaciones se ven forzadas a reducir radicalmente o detener los viajes de negocios, quizá se den cuenta de que no son tan esenciales después de todo, siempre que encuentren alternativas que funcionen.
Ahora que los empleados se apoyan en llamadas a través de Skype o Zoom en lugar de volar por todo el planeta para conocerse en persona, quizá se den cuenta de que las videoconferencias son una buena alternativa: más flexible, más amigable con su vida familiar y más sostenible para el medio ambiente. Los jefes, mientras tanto, ven la posibilidad de reducir gastos drásticamente. Así que, en el futuro, quizá veamos una cantidad de viajes de negocios significativamente más baja.
2. Trabajo remoto
Los diversos arreglos para trabajar de forma flexible están cada vez más extendidos. Pero un trabajo prolongado desde casa se considera nocivo para los individuos porque tienden a trabajar más horas.
También tiene sus inconvenientes para las compañías, porque eleva los costos de coordinación y se pierden algunas ventajas cruciales de estar físicamente presentes, como la construcción de relaciones y de un espíritu de equipo.
Por estas razones, antes de la crisis sanitaria había señales de que el espacio clásico de la oficina física vivía una suerte de renacimiento: algunos de los pioneros del trabajo remoto llamaron a sus empleados de vuelta a la oficina. Ahora que el trabajo remoto es una necesidad, tanto los jefes como los empleados tendrán que desarrollar capacidades y averiguar cómo hacerlo de forma efectiva.
Las buenas relaciones en el lugar de trabajo son fundamentales para la innovación y la resistencia de una organización. Queda por ver qué puede actuar como una «máquina de café virtual», el lugar donde los colegas se encuentran, cotillean e innovan.
El coronavirus quizá nos fuerce colectivamente a mejorar en el trabajo remoto, lo que puede emerger como una alternativa viable a trabajar en oficinas en el centro de la ciudad.
3. Alteración de la industria
Muchos sectores industriales ya estaban en un proceso de cambio significativo antes de la llegada del coronavirus. Las medidas adoptadas para luchar contra el brote acelerarán estos cambios sísmicos. Los servicios de streaming, por ejemplo, amenazan el modelo de negocio establecido de la creación y distribución de contenido, y Amazon se está convirtiendo en un superagitador de una gran variedad de industrias.
La economía del «quédate en casa» que requiere el coronavirus acelerará de forma dramática el cambio de lo viejo a lo nuevo, lo que hará que las preguntas en torno a la concentración del mercado y la posible necesidad de regulación sean todavía más importantes.
El cambio llegará tanto del lado de la oferta como del de la demanda. Un creciente número de personas empezarán a usar estos servicios, los disfrutarán y se convertirán en fieles clientes. Y la oferta también cambiará. Los tradicionales serán debilitados y quizá se queden sin negocio, y los agitadores continuarán invirtiendo desde una posición reforzada. En otros sectores el cambio será igualmente dramático y posiblemente para bien.
Por ejemplo, la educación superior ha sido lenta en la transición hacia la enseñanza online, pero ahora que el sector se ve forzado a ofrecer módulos en línea, las universidades probablemente no volverán al status quo previo. Hay grandes oportunidades en la educación online, en términos de nuevos mercados para estudiantes y una oferta más barata.
El cambio ocurre en ráfagas y el coronavirus puede constituir una sacudida externa crucial que transforme partes de nuestras vidas. Aunque creamos que los cambios actuales a nuestra vida son temporales, es posible que sean permanentes.
FUENTE: BBC
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