El mundo ha cambiado radicalmente. Un desastre insólito, una pandemia de coronavirus, ha provocado la pérdida de una cantidad trágicamente elevada de vidas humanas. A medida que los países han ido implantando las necesarias cuarentenas y prácticas de distanciamiento social para contener la pandemia, el mundo ha entrado en un Gran Confinamiento. La magnitud y la rapidez de la paralización de la actividad ha sido algo que nunca hemos experimentado en nuestras vidas.
Se trata de una crisis sin precedentes, y hay una considerable incertidumbre acerca de su impacto en las vidas y los medios de vida de las personas. Mucho depende de la epidemiología del virus, de la eficacia de las medidas de contención y del desarrollo de tratamientos y vacunas, todo lo cual es difícil de predecir. Además, muchos países ahora se enfrentan a crisis múltiples: una crisis sanitaria, otra financiera y un derrumbe de los precios de las materias primas, que interactúan de complejas maneras. Las autoridades están proporcionando un apoyo como nunca antes visto a hogares, empresas y mercados financieros, y si bien esto es crucial para que la recuperación sea vigorosa, reina una considerable incertidumbre acerca del panorama económico que surgirá una vez que salgamos de este confinamiento.
Bajo el supuesto de que en la mayoría de los países la pandemia y la contención necesaria llegarán a su punto máximo en el segundo trimestre y que se replegarán en el segundo semestre de este año, en la edición de abril de Perspectivas de la economía mundial se proyecta que el crecimiento mundial descenderá a -3% en 2020. Se trata de un recorte de 6,3 puntos porcentuales con respecto a enero de 2020, una revisión importante en un período muy corto. Así, el Gran Confinamiento se convierte en la peor recesión desde la Gran Depresión, dejando muy atrás a la crisis financiera mundial.
Suponiendo que la pandemia se disipa en el segundo semestre de 2020 y que las medidas de política adoptadas en todo el mundo sirven para evitar quiebras generalizadas de empresas, cuantiosas pérdidas de empleo y tensiones financieras sistémicas, la proyección es que el crecimiento mundial repuntará a 5,8% en 2021.
La recuperación en 2021 es solo parcial dado que se proyecta que el nivel de actividad económica permanezca por debajo del nivel que habíamos proyectado para 2021, antes de la llegada del virus. La pérdida acumulada del PIB mundial en 2020 y 2021 debida a la crisis de la pandemia podría rondar los USD 9 billones, cifra mayor a la que representan las economías de Alemania y Japón juntas.
Esta es una crisis verdaderamente mundial, de la que ningún país ha quedado a salvo. Los países cuyo crecimiento depende del turismo, los viajes, el hospedaje y el entretenimiento están experimentando perturbaciones particularmente graves. Las economías de mercados emergentes y en desarrollo enfrentan desafíos adicionales relacionados con las reversiones sin precedentes de los flujos de capital por un menor apetito de riesgo y con las presiones cambiarias, al tiempo que lidian con sistemas sanitarios más deficientes y un espacio fiscal más limitado para proporcionar apoyo. Además, varias economías entraron en esta crisis en un estado vulnerable, con crecimiento lento y niveles elevados de deuda.
Por primera vez desde la Gran Depresión, tanto las economías avanzadas como las de mercados emergentes y en desarrollo están en recesión. Para este año se proyecta que el crecimiento en las economías avanzadas se sitúe en -6,1%. Para las economías de mercados emergentes y en desarrollo cuyos niveles normales de crecimiento están muy por encima de los de las economías avanzadas también se proyectan tasas de crecimiento negativas de -1,0% en 2020, y de -2,2% si se excluye China. Se proyecta que el crecimiento per cápita se contraiga en más de 170 países. Y se prevé que tanto las economías avanzadas como las de mercados emergentes y en desarrollo experimenten una recuperación parcial en 2021.
Otros escenarios adversos
Lo descrito hasta ahora es el escenario base, pero dada la extrema incertidumbre acerca de la duración e intensidad de la crisis sanitaria, también consideramos otros escenarios más adversos. Es posible que la pandemia no ceda en el segundo semestre de este año, y que eso prolongue la contención, empeore las condiciones financieras y cause más trastornos en las cadenas mundiales de suministro. En tales casos, el PIB mundial se contraería aún más: un 3% adicional en 2020 si la pandemia se prolonga más este año; y si la pandemia continúa en 2021, podría contraerse un 8% adicional con respecto a nuestro escenario base.
Medidas de política excepcionales
Al contener la propagación de la COVID-19 mediante confinamientos se ayuda a los sistemas sanitarios a hacer frente a la enfermedad, lo cual a su vez permite la reanudación de la actividad económica. En este sentido, es falsa la disyuntiva de salvar vidas o preservar los medios de vida. Los países deben seguir destinando abundante gasto a sus sistemas sanitarios, realizando pruebas de detección generalizadas y absteniéndose de aplicar restricciones comerciales a los suministros médicos. Debe haber un esfuerzo mundial para garantizar que los países tanto ricos como pobres tengan acceso inmediato a las terapias y vacunas que se desarrollen.
Mientras la economía esté paralizada, las autoridades tendrán que garantizar que la gente pueda cubrir sus necesidades y que las empresas puedan reactivarse una vez que hayan pasado las fases agudas de la pandemia. Las sustanciales políticas fiscales, monetarias y financieras que ya muchas autoridades han adoptado de manera oportuna y focalizada —como garantías de crédito, servicios de liquidez, períodos de gracia para los préstamos, ampliaciones del seguro de desempleo, prestaciones reforzadas y exoneraciones fiscales— han sido un salvavidas para los hogares y las empresas. Este apoyo debe continuar durante la fase de contención a fin de reducir al mínimo las cicatrices persistentes que podrían dejar el repliegue de la inversión y las pérdidas de empleo durante esta severa desaceleración.
Las autoridades además tienen que elaborar planes para la recuperación. Conforme se levanten las medidas de contención, las políticas deben pasar rápidamente a apoyar la demanda, incentivar la contratación en las empresas y sanear los balances en los sectores privado y público a fin de contribuir a la recuperación. Un estímulo fiscal coordinado entre los países que disponen de espacio fiscal potenciará las ventajas para todas las economías. Es posible que las moratorias de los reembolsos de deuda y la reestructuración de la deuda deben continuar durante la fase de recuperación.
La cooperación multilateral es vital para la salud de la recuperación mundial. Para respaldar el gasto necesario en los países en desarrollo, los acreedores bilaterales y las instituciones financieras internacionales deben proporcionar financiamiento concesionario, donaciones y alivio de la deuda. La activación y el establecimiento de líneas de crédito recíproco (o de swap) entre los principales bancos centrales ha ayudado a aliviar la escasez de liquidez internacional, y son medidas que quizá deban expandirse a más economías. Se necesita un esfuerzo de colaboración para garantizar que el mundo no se desglobalice, de manera que la recuperación no se vea socavada por nuevas pérdidas de productividad.
En el Fondo Monetario Internacional estamos recurriendo activamente a nuestra capacidad de préstamo de USD 1 billón para apoyar a los países vulnerables, entre otras formas mediante financiamiento de emergencia con desembolsos rápidos y alivio de la deuda para los países miembros más pobres, y hacemos un llamamiento a los acreedores bilaterales oficiales para que hagan lo mismo.
Hay algunas señales esperanzadoras de que esta crisis sanitaria llegará a su fin. Los países están logrando contener el virus gracias a las prácticas de distanciamiento, las pruebas de detección y el rastreo de los contactos, al menos por ahora, y puede ser que los tratamientos y las vacunas se desarrollen más pronto de lo previsto.
Mientras tanto, la incertidumbre en cuanto a lo que vendrá después es enorme. En consonancia con la escala y la velocidad de la crisis, las respuestas de políticas a escala nacional e internacional tienen que ser contundentes, desplegadas con rapidez y recalibradas sin demora según se disponga de nuevos datos. La valiente actuación de médicos y enfermeros debe inspirar a las autoridades de todo el mundo a hacer lo propio, para que juntos podamos superar esta crisis.
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