¿Cómo integrar la forma en que aprendemos a la tecnología de la educación?
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Durante más de cien años, los investigadores han trabajado para entender la manera en que los seres humanos aprendemos y recordamos. Pero, con frecuencia, no es evidente la forma óptima de utilizar los descubrimientos de toda esta investigación en los contextos educativos.
El uso de la ciencia del aprendizaje para mejorar la educación comienza con la identificación de los principios generales, algunos de los cuales se derivan de una propiedad de nuestro cerebro: cuanto más exhaustivamente procesamos la información, es más probable que la recordemos. Esto implica que, si queremos que la gente aprenda algo, tenemos que inducirla a que se concentre en la información y considere sus características y sus implicaciones.
Existen muchas formas de lograr esto. Una es el principio de la dificultad ideal, el cual establece que la gente aprende mejor cuando no se le exige tanto como para que se frustre, ni tan poco como para que se aburra. Pero hay un problema: lo que se considera un nivel “adecuado” de exigencia es diferente para cada persona. Es difícil aplicar este principio en el contexto de un aula tradicional. Aquí es donde puede entrar la tecnología al utilizar este principio de dificultad ideal para mejorar el aprendizaje de muchos estudiantes al mismo tiempo.
En primer lugar, tienes que hallar una forma de recabar información sobre el desempeño de los estudiantes. Por ejemplo, estos pueden hacer un pequeño cuestionario después de cada clase, y las preguntas podrían codificarse de acuerdo con las habilidades precisas que se están probando. En segundo lugar, se pueden diseñar pequeños grupos de trabajo para que los estudiantes participen en un aprendizaje activo, como resolución de problemas en grupo, representación de roles o debates, en parte porque estas inducen al procesamiento profundo; es importante que todas las actividades de los grupos de trabajo puedan clasificarse de acuerdo con las habilidades a las que se está recurriendo. En tercer lugar, cada una de las actividades que realicen los estudiantes en los grupos de trabajo puede ponerse en “varios niveles”; es decir, que puedan abordarse con mayor o menor intensidad.
Se pueden diseñar las interacciones dentro de cada grupo de trabajo para llevar a los estudiantes (seleccionados para estar en niveles similares para la actividad) a que ajusten profundidad a la que procesan la información relevante. Este enfoque se adaptaría muy bien e incorpora el componente social que es tan importante en el aprendizaje.
La tecnología ofrece grandes oportunidades para emplear la ciencia del aprendizaje de diferentes modos. A fin de aprovechar estas oportunidades, debemos tener metas claras de aprendizaje, medir todos los avances del estudiante de manera muy específica y cambiar a un enfoque que considere un aprendizaje más activo.
Harvard